Quizá con el ánimo de mofarse de de los antiguos linajes de la Villa, el pueblo ha "bautizado" a este león rampante con blasón, como "la mona", dando también nombre a la casa que es coronada por este elemento heráldico. He leído recientemente un error acerca del blasón que muestra esta figura patrimonial de la Villa, adscribiendo la cruz a la Orden de Santiago, cuando en realidad, y a simple vista, ya se observa que pertenece a un linaje de la Orden de Calatrava. Esta fotografía, que realicé ya hace muchos años junto a José Manuel Magaña Afán de Rivera, permite ver en detalle los otros elementos heráldicos: Un árbol y tres flores de lis. El escudo, como ya conocíamos los amantes de la heráldica son las armas del apellido Quero, del marquesado de la Merced.
La referencia errónea procede de la impresión de la tesis doctoral de Heráldica de nuestro amigo Andrés Nicás. A pie de foto, se observa el error de adscribir el blasón a la Orden de Santiago, mientras que en el texto, donde ofrece un inventario de los escudos religiosos de la Villa de Arjonilla, refiere su pertenencia a la Orden de Calatrava.
La figura de "la mona", puede proceder de algún otro edificio propiedad de los marqueses de la Merced, ya sea en Andújar, o en la misma Arjonilla (casa palaciega junto al Castillo). Esta familia, emparentó con los Jiménez de Arjonilla, en este caso, la casa sobre la que se ubicó este león rampante, pertenecía a los Jiménez de Morales, que ya tenían el título de Marqués de Santa Rosa, al que unieron el de la Merced a mediados del siglo XIX. Toda una coronación de títulos y blasones para una de las familias de más raigambre de la Villa.
Localiza el profesor Andrés Nicás, los escudos de esta interesante fachada, en la familia Guevara-Torres Piña, si bien otros autores locales determinan que la casa perteneció a la familia Orozco y Muelas, en concreto a D. Manuel Antonio de Orozco y Briseño, caballero de la Orden de Santiago, naturales de la Villa de Portillo en el Obispado de Valladolid. Esto justificaría la presencia de la Cruz de Santiago, en el escudo central de la fachada. El pueblo, conoce este edificio como la “Casa de Martinón”.
FACHADA CASA DEL MARQUÉS DE LA MERCED.
A finales del siglo XVIII, la familia de los Jiménez en Arjonilla, se afianza en el consistorio local, presencia que puede ser rastreada hasta el reinado de Isabel II, en el que termina el tránsito del Antiguo Régimen hacia unas instituciones municipales constitucionales, período en el que la historia socio-política de Arjonilla es protagonizada por las distintas bifurcaciones de este linaje.
Si en el siglo XVII los Jiménez de Arjonilla se habían unido matrimonialmente con la hidalguía local, lograron emprender en la segunda mitad del XVIII un sistema de alianzas con el fin de ligarse familiarmente con la más destacada nobleza giennense, tal vez por el renombre que el título de marqués de Santa Rosa otorgó al linaje. En primer lugar lo hicieron con los Pérez de Vargas de Andújar, quienes reciben varios títulos, entre ellos el marquesado de la Merced que se unirá a mediados del XIX al de Santa Rosa de los Jiménez de Arjonilla. Posteriormente varios miembros de los Jiménez de Soto emparentan con el apellido Del Río de la ciudad de Jaén. Esto permitirá afianzar su primacía entre la sociedad local de la época al verse beneficiados por el poder regio, que los legitimaba por encima de los hijosdalgo de la Villa, para constituirse en representantes notables de la autoridad real en el cabildo municipal. La manifestación de ese poder en el urbanismo, quedó patente en las principales casas palaciegas situadas en los más importantes enclaves de la población y con singularidad, junto a la fortaleza de la Villa, transformada en el XIX para el solaz de sus nobles moradores.
Esta casa conocida popularmente como “Casa del Marqués”, o “Cuartel viejo”, estuvo habitada a finales del siglo XVIII por el matrimonio formado por D. Bernardo Jiménez Cano y Doña Leonor Pérez de Vargas y Zambrana. Durante este tiempo y buena parte del siglo XIX, la casa palaciega estuvo ricamente amueblada, con interesantes cuadros devocionales e históricos. Así mismo poseían una carta manuscrita de Santa Teresa, una reliquia de la misma Santa y una interesante biblioteca. A principios de este siglo, la casa pertenece a la familia Parras Jiménez, habitando en ella el célebre cura Parras, y con posterioridad, los últimos propietarios la venderán al Ayuntamiento de la localidad.
El siglo XVIII será para el linaje de los Jiménez el punto de partida hacia la consolidación en la nobleza local, pues con las concesiones de Felipe V al término de la Guerra de Sucesión, comienzan a otorgarse unos títulos nobiliarios que en el caso de Arjonilla, afianza el poder de la aristocracia. La primera personalidad que recibe los favores del nuevo monarca es D. Diego Jiménez de Morales, hijo de D. Bernardo Félix Jiménez Serrano y Doña Tomasa Francisca de Morales, este último, hermano de D. Roque Jacinto Jiménez Serrano, caballero de Calatrava y capitán de caballos cosacas del regimiento de Jaén.
Don Diego Jiménez fue también caballero de la Orden de Calatrava, regidor en el cabildo municipal y alcalde de la Santa Hermandad. Nombrado gobernador de Lima (Perú) y Gentil Hombre por una Real Cédula 1711, por la que marcha “a la provincia de tierra firme”. En 1723 recibe los nombramientos de Vizconde de San Roque y Marqués de Santa Rosa de Lima, títulos que permanecerán vinculados a los Jiménez de Arjonilla. Sobre sus posesiones, éstas son bastante reducidas en la localidad, donde tan sólo contaba con una casa en la calle Llana, junto a la que se encontraba el horno “de pan cocer “, propiedad de su hermano D. Roque Jiménez de Morales, administrador de sus bienes. A éste último pertenecen las casas que vemos en las imágenes.
D. Roque Jiménez de Morales nació de D. Bernardo Félix Jiménez Serrano y Francisca Morales Velasco. Regidor del cabildo municipal de la Villa de Arjonilla desde 1.712, por el Estado de los Hijosdalgo, y casado con María Cano Muciente y Astorga, natural de Gibraltar, ambos avecindados en la calle del Arco. D. Roque Jiménez, en su labor como regidor, había destacado por la dedicación al culto que el cabildo oficiaba en la festividad de San Roque. Se destacó también en otras devociones de la religiosidad popular de la Villa, como el culto a Nuestro Padre Jesús Nazareno, en cuya ermita poseían los Jiménez- Serrano- Morales una bóveda para sepulturas.
Uno de sus hijos, D. Bernardo Benito Jiménez Cano Morales Astorga y Muciente, casó con Dª. Leonor Pérez de Vargas. Fue regidor perpetuo de la Villa, cargo que cede a su hijo D.Eufrasio Jiménez Pérez de Vargas en 1802. Éstos, habitaron la casa conocida del Marqués de la Merced, mientras que otros descendientes mantuvieron el esplendor de esta casa en el Mercado, en cuya coronación, un león sostiene el escudo del Marqués de la Merced.
Entre las calles de Arjonilla destacan otros elementos como las hornacinas dedicadas a devociones religiosas. Una de ellas es esta hornacina monumental de la Santa Cruz en la Calle Comisarios, en la que según la tradición oral, se dio muerte al hijo de un alcalde. La realidad de los hechos, se encuentra bien documentada, ya que la persona cuya muerte conmemora esta cruz es el nieto de D. Luis Díaz de Aguilera, fundador del Convento franciscano de Santa Rosa de Viterbo. Precisamente fue la muerte de este personaje y la falta de herederos directos de la Hacienda de D. Luis, la que motivaron la fundación conventual.
Según las Crónicas Franciscanas. “Uno de los más principales en calidad y hacienda de la Villa de Arjonilla era Don Luis Díaz de Aguilera, regidor perpetuo de dicha Villa, Alcalde Mayor de Rondas y Familiar del Santo Oficio de la Inquisición. Nació heredero de su lucido caudal un hijo llamado Don Luis de Aguilera y Perales, que casado con Doña Isabel Antonia de Benavides Valenzuela y Carvajal, tuvo por feliz sucesor otro varón a quien en lo florido de sus años, y sin tomar estado mataron de un balazo, sin poderse averiguar el agresor. A esta fatalidad acompañó la del padre, que estando en la Iglesia de Arjonilla, se cayó muerto sin poder hacer diligencia alguna; y de uno y otro sepulcro dispuso Dios nuestro Señor saliese la rosa de ese monasterio, que se funda con el título de Santa Rosa, pues por sus muertes se aplicó para la fundación toda la hacienda”.
La muerte de D. Luis de Aguilera Valenzuela, acaecida en 1.671, está signada en el basamento que sostiene la cruz. La sabia tradición popular mantenía la opinión que en el lugar se había dado muerte al hijo de un alcalde, y en efecto, el hijo de Don Luis Díaz de Aguilera, y padre del difunto, desempeñó en vida el oficio de regidor del concejo municipal y la vara de alcalde por el estado noble. En la sección de causas criminales del Archivo Diocesano, se encuentra el inicio de procesamiento contra los dos principales inculpados en el asesinato, los presuntos clérigos de menores órdenes D. Jorge de Contreras Torres y Francisco de Torres.
Bajo un arco de medio punto realizado en sillería de piedra en la que se alterna el ladrillo, aparece esta cruz. Una reforma del año 1882, añadió a la composición unos pequeños pináculos en los que se grabó equivocadamente la fecha que muestra el pilar. Por error fue interpretada la fecha de 1.611, si bien el año que figura en el basamento es el de 1671.
En la antigua calle de las Nevadas, conocida actualmente como “Calle Cristo”, Doña Petronila de Lara mandó construir esta pequeña hornacina hacia 1740. Se trata de otra hornacina devocional, para la que su propietaria mandó perpetuamente la carga de mantener todos los días del año una lámpara que alumbrase la imagen del Cristo. Cuando en 1.746 realiza el testamento Dª Petronila de Lara, establece que la casa pase a sus herederos, con la obligación de mantener encendida la lámpara, exigencia que debía ser observada por el Prior de la Parroquia de la Encarnación, obligado a amonestar a los propietarios en caso de que la voluntad de Doña Petronila no se cumpliera.
No pasan de largo quienes caminan por esta calle ante la hornacina del Cristo. Las calles de Arjonilla están llenas de recuerdos de su noble pasado y de la Historia de quienes vivieron en tiempos pretéritos. Al contemplar a través del cristal esta imagen, podemos recordar los versos del poeta de Arjonilla, bajo la sombra de las cinco cruces, que reciben al caminante, con sus brazos abiertos.
Ayuntamiento de Arjonilla